Quién soy
En la primera hora del primer día de clase, mi primer profesor en la Facultad de Filosofía comenzó diciendo: «No quiero que nadie pregunte nada. El último día hablaremos». De inmediato comprendí que yo no iba a caer simpático allí, porque había ido a discutir. En segundo curso ya no estaba.
La academia de cine me fue mejor. Aprendí lo que nunca hay que hacer y además el título ocupa poco si está bien doblado. Entonces vi la luz: solo corregiría mi trayectoria estudiando la carrera universitaria más inútil posible a finales del siglo XX.
Cuatro años más tarde me licenciaba en Humanidades con la especialización de Literatura. Yo creía que no podía haber nada menos práctico, pero cuando salí de la facultad descubrí --presa del desconcierto-- que en nuestro mundo utilitarista hasta esta carrera tiene uso: en el Trivial, yo arraso.
En general, la mayoría de cosas que he hecho son bastante absurdas, y otras, abiertamente estúpidas. Emití una revista por televisión, realicé videoclips para grupos sin disco, pero sobre todo, y eso sí me llena de orgullo, diseñé videojuegos para ciegos.
He pretendido restaurar la gloria perdida de la radio y de la prensa escrita --con un éxito que salta a la vista--. Me he consagrado en televisión sin esfuerzo, enfadando a la audiencia, destruyendo programas desde dentro y procurando esconder que no sabía hacer el trabajo. Siempre he sabido abandonar en el momento adecuado: cuando todo iba bien.
Aunque crezco, parece que no aprendo: creo que he estado escribiendo y editando libros últimamente, pero igual me confundo con otro.
Para acabar, quiero decir que he hecho más cosas, pero que aquí ya no caben. Y que puede que la naturaleza sea sabia, pero también que tiene muy mala leche, y, sin embargo, como un hijo tonto a una mamá protectora, yo la quiero.
